10 agosto, 2009

Hasta siempre, Dalla


Yo siempre supe que algún día haría esto justo como lo estoy haciendo ahora mismo, con los dientes apretados y los dedos temblorosos, con un poquito de valor ante cada palabra que se desprende de mi piel para sencillamente intentar sacar lo que llevo dentro. Siempre supe desde que te elegí que habría de llegar el día en que inevitablemente las lágrimas me saltaran de los ojos, siempre supe que alguien me echaría abajo la puerta del cuarto una mañana de invierno, por ejemplo, y me diría que decidiste salir a pasear sin correa y sin recado de volver. Así que no te culpo de nada, esto me lo busqué yo mismo. Siempre supe que el sólo hecho de tenerte supondría obtener una porción de felicidad en mi vida que algún día tendría que canjear por un vacio silencioso y largo, un eco que se extendería dentro de mí y simplemente no conseguiría detenerlo por más intentos que hiciese. Siempre supe que tu partida me dejaría una caja de recuerdos que si el tiempo no me trata mal y la vejez me asienta bien no olvidaré. La dama negra te cogió de madrugada, Dalla, y tus fuerzas que eran poquitas para ese entonces no pudieron disiparla. Tu antes alegría desbordante se había teñido en estos últimos meses de una postura exhausta, cansina, apagada, una postura que sólo los años saben llevar con elegancia, y vaya que lo hiciste bien, para ser tú la primera en disimular que tu salud era cuestión de veterinarios, pastillas y jarabes. Tu partida ha teñido el patio de la casa de un color gris, los pequeños pajarillos que bajaban a comer los granos de arroz que dejabas (quizá por el maldito dolor al pasar alimentos) hoy se miran desconcertados. No te entregaste con facilidad, reina amiga, de eso estoy plenamente seguro como estoy seguro que mantuviste con valentía el único deseo de estar un día más entre nosotros. Estoy seguro que ahora en el lugar en donde estés debes estar mejor, sin esa tos de mierda que terminó por hacerte añicos y logró que perdieras la mitad de tu peso. Estoy seguro que en estos últimos días te sentiste bien, amiga, bien porque viste llegar a mamá con maletas y sentiste otra vez que nadie te había abandonado, te sentiste otra vez querida, y la maldita tos desapareció y empezaste a comer, fuiste la primera en recibirme al abrir la puerta como cuando eras joven y tus patas chasqueaban como las de un caballo, fuiste la última en mirarme antes de apagar las luces de la sala para subir a dormir, y te acaricié la cabeza, y mientras subía al segundo piso le pedí a Dios que tu dolor se convirtiera en paz, y así fue. Atrás queda la imagen de un joven en medio de un patio mirando a varios cachorritos bóxer, intentando elegir el correcto, atrás queda la imagen tuya en un rincón un poco esquiva. Atrás queda el recuerdo de cuando me rompiste el corazón con tus primeros aullidos de frío bajo tu nueva casa, y te abrigué encima de mi pecho y nos miramos por primera vez sin tanto orgullo, entonces ambos supimos que estábamos destinados a caminar juntos por parques y veredas y de vez en cuando a presumir uno del otro. Atrás quedaran tus tortas favoritas, tus globos desinflados, tu casita que te comprè tal y cual te lo prometí…
Siempre supe que tu partida llegaría algún día, amiga, siempre lo supe, y eso quizá, es lo que más rabia me da. Gracias por ser mi amiga durante 9 años. Siempre te recordaré.

02 agosto, 2009

Presentación de El Hablador N° 16


Los amigos de la revista El Hablador me acaban de mandar un mail de invitación en donde se anuncia que el día 4 de agosto, a las 19.30 horas, en el centro cultural Ccori Wasi (Arequipa 5198, Miraflores), se presentará el número 16 de El Hablador (en donde, por cierto, colaboré en la sección de poesía). Invito a los lectores de este espacio a que vayan ese día y puedan disfrutar de esta interesante revista en la cual me enorgullece haber participado. Nos vemos el 4.