26 julio, 2009

Elena Keldibékova o la patadita de Dios


Me he tardado un poquito en escribir el título de este post, (ya se imaginarán por qué), que si su apellido es con b labial o con v de vaca, que si es la primera e o la segunda e la del sombrero majestuoso y grave, sencillamente no lo sé, ni le interesa a este pobre corazón. Yo lo único que quiero aclarar es que mucho antes de que esa señorita (me acabo de enterar mientras escribo este post que tiene 30 años y es casada, doble dolor al corazón, ¡ay!) sacara el pie derecho en una media tijera impresionante yo, ya me juraba su fan número 1.
La vi, (embaucadores televisivos, lean bien clarito esto), hace aproximadamente dos semanas en el partido en el que Perú ganó a Venezuela para tristeza de mi madre, 3 a 1, y me flechó deportivamente hablando, claro está. Y Claro que yo no comenté mucho este pequeño detalle para evitar que los ojos mañosones de mis cercanos amigos osaran fijarse en ese moñito tan lindo y chiquito que sostiene el poquito cabello de mi Elena (un segundo, ¡listo!) Keldibékova, digamos que para evitar esa mirada poseedora de cualquier otro sentimiento menor al deportivo.
Pero quién iba a pensar, Elena, que el día de ayer, ibas a estar bajo el ojo de la tormenta, estirando el piecito derecho mismo futbolista de cualquier parte del mundo hasta de Kazajstán (así no jueguen al fútbol por allá), y devolviéndole a las argentinas un pequeño paquetito redondo enviado por Dios, y de paso cargado con la misma pendejada con la que el Diego les dio a guardar a los Ingleses allá por el año de 1986 un gol que les dio la sonrisa a todo Argentina. Ahora, pibas, nos tocó a nosotros sonreir, a ti Elena también, así que sonríe una vez más, por favor, y di y repite miles de veces la palabra “chiripa” que en tu castellano arusado, suena tan lindo, tan barrio, tan criollón.
Ahora los diarios te dan las portadas, y te lo mereces, esa patadita fue la patadita de Dios, pero también fue un tacle a mi corazón. Elena, que Japón te reciba con el cariño y la admiración que te tengo ¡ay!.