12 noviembre, 2009

Los abrazos rotos de Pedro Almodòvar


Los abrazos rotos (2009) es la última película de Pedro Almodóvar, aquel director que en un tiempo no muy lejano era uno de los tantos directores responsables de mis noches de insomnio y el único responsable de los orgasmos fílmicos más emblemáticos que recuerdan estos ojitos que han de comerse los gusanos.

Del cine de Almodóvar recuerdo con nostalgia que siempre me gustó la crudeza con que mostraba los barrios marginales de España, los personajes que oscilaban entre la extravagancia y la profundidad de sus frases, su afición a la buena música, sus chicas Almodóvar que siempre me dejaban salivando cual perro de Pavlov, y que en boca de mis amigos eran unas ricuras hechas carne; las estructuras cinematográficas que con el correr de los años se fueron convirtiendo en el sello almodoriano típico de un director dispuesto a poner sobre el celuloide todo, hasta su propia vida sin excepciones, no queda de lado.

Almodóvar es quizá uno de los directores más controversiales, más experimentales, más Pop, más odiados, más putones y por ende uno de los más criticados, porque si ser artista es de por sí llamativo, ser artista y ser maricón ya es escandaloso así uno haya nacido en la mismísima madre patria.

La última película de Almodóvar no provoca efecto de curiosidad porque una vez frente a la pantalla el espectador siente que aquello que cuenta Almodóvar ya lo ha visto en otros trabajos del director, entonces Los abrazos rotos terminan desgañitándonos, pero de apatía con una historia que sin ser mala es repetitiva en el cine almodoriano que reclama a gritos un viraje considerable para salir de esa etapa que el director Manchego parece haberse encasillado desde películas como La mala educación (2004), Volver (2006) y estos abrazos (tan) rotos que la única sensación que nos producen al final es la del desamparo fílmico.

El tono medio detectivesco que Los abrazos rotos imprimen a través de sus imágenes nos conduce a duda, a la duda de no saber si estamos viendo una película de suspenso, un Thriller o la historia de un invidente como Harry Caine ocultando una verdad que termina siendo escondida de forma tan ingenua que cuando nos explota en la cara intuimos desde mucho antes que ya la suponíamos.

Llena de referencias a otras cintas Pedro Almodóvar no pierde la oportunidad aquí de rendir tributos visuales a películas como Ocho y medio, Fanny y Alexander, Ascensor para el cadalso y a directores como Fritz Lang, Jules Dassin, Nicholas Ray, por ello es que muchos han intentado darle una óptica distinta a este filme tildándola como una cinta de director.

Con tintes surrealistas este último trabajo del director Manchego nos permite ver la manera como a partir de su propio universo el propio Almodóvar no ha logrado a pesar de los años obtener un dominio absoluto de sus historias, y es que los que hemos visto las cintas de Almodóvar sentimos que cuando el director español hace una buena película, es digna de aplauso, con Los abrazos rotos, muchos incidentes enmarcados en venganzas pasadas se mezclan con una trama que se enreda y que toma un camino que ni los espectadores ni el propio director parecen saber en qué concluirá.

Ese avanzar sin norte ese evidente tronco argumental que parece pegar de todo un poco sin pies ni cabeza termina motivándonos a aplaudir, pero de la felicidad de haber terminado una mala película, para finalmente abrir el Dvd con nostalgia, sacar el disco para almacenarlo en una cementerio de películas donde aún descansan aquellas películas almodorianas que en otros tiempos nos provocaron los orgasmos fílmicos más lindos que hoy extrañamos a pesar de los años.