18 junio, 2010

Baaría de Giuseppe Tornatore



No creo que exista persona alguna que se detenga ante un puesto de películas y al notar algún nuevo filme de ese maestro llamado Giuseppe Tornatore deje pasar la oportunidad de conseguirla. No sobre todo para quien como yo y muchos amantes del buen cine guardamos un especial cariño por aquel director que elaboró desde mi punto de vista uno de los mayores homenajes al séptimo arte, sino el mejor.
Ya se imaginarán entonces que cuando vi el título Baaría me picó la curiosidad y no dudé ni un segundo en adquirirla. Y es que cómo decir no a quien en algún momento de mi vida me hizo creer que el paraíso es lo más parecido a una sala de proyección y que la música de ese otro genio apellidado Morricone es lo más parecido al canto celestial de los querubines.
Bagheria es el nombre del pueblo italiano donde Tornatore nació y pasó su infancia, los pobladores lo denominan en dialecto siciliano bajo el nombre de Baaría. (Sí, la última película de Giuseppe es el homenaje del director a su lugar de origen, ese homenaje que había sido pospuesto por él mismo y quien afirmase en más de una ocasión que lo realizaría cuando sus recuerdos estén más nítidos dentro de su ya anciana memoria.) Entre los datos curiosos de la cinta cabe señalar, por ejemplo, que el filme se rodó mayormente en Túnez donde diseñadores elaboraron una réplica exacta del pueblo que vio nacer a uno de los mayores representantes del cine italiano.
La historia de Baaría es la historia de Peppino que podría ser tranquilamente el Toto de Cinema Paradiso, un niño al que ante sus ojos Baaría se transforma de un lugar inhóspito a un lugar rodeado de pequeños edificios y abundante tráfico. Ese pequeño detalle argumental no parece ser la piedra del zapato de la última película de Tornatore sino más bien el cómo se intenta mostrar en una sola cinta lo que en otros años el director desarrolló como tema en cada uno de sus trabajos.
Baaría posee una ambición que termina por escapársele de las manos a Tornatore y lo peor de todo es que ni su amigo Morricone salva la cinta. Tanto música como película parecen ríos paralelos que no logran confluir nunca y por lo tanto no logran atrapar al espectador. Su duración abarca tres generaciones desde la década de 1930 hasta los tiempo modernos usando para ello como fondo histórico el surgimiento del fascismo, la Segunda Guerra Mundial y los manejos políticos de la Italia de la posguerra. Un matiz de nostalgia entonces se mezcla con un tono histórico y hasta épico que opaca el tema central de la película que es finalmente homenajear a Baaría. Los personajes además parecen calcos despiadados como aquel cambista de dólares que parece guardar cierta relación con el loco de Cinema Paradiso que afirma que la plaza es suya, aunque parece hasta cierto punto gracioso dicho personaje termina convirtiéndose en una huella insoportable.
Baaría no es la obra maestra que fuese Cinema Paradiso y eso quizá lo sabe el mismo director, quizá y a lo mucho sea tan sólo el mal homenaje de un director hacia la tierra que lo vio nacer.
Para terminar y como dato curioso se cuenta que el primer ministro Silvio Berlusconi había señalado de Baaría que “es la cinta más impresionante que he visto, aconsejo a todos que la vayan a ver”, claro, dijo esto, pero se le olvidó agregar que la última película de Giuseppe Tornatore está producida por Medusa que es propiedad de la familia del primer ministro. Moraleja: los presidentes mienten hasta cuando recomiendan películas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

alguien que parece contextualizar esa epoca como la describe tornatore en cinema paradiso
y por la cual llege yo tambien a este cineasta,es el escritor curzio malaparte,lealo no se arrepentira.jiji

Eduardo Reyme Wendell dijo...

es estupendo pensar las miles de formas que existen para llegar un buen director ¿no?.
Yo acabo de llegar a Jules Dassin casi de casualidad.

koolauleproso dijo...

Vaya, me temo que entre tu crítica y los halagos que ese bufón sin gracia que los italianos se han dado como presidente (lástima de país) se me han quitado las ganas de verla
un abrazo desde la otra orilla del Océano