16 octubre, 2010

Un noble Nóbel

Cuando aparecí en el lugar en donde hace exactamente un mes dicto el curso de redacción me di con la sorpresa de que Manuel, un lingüista al que admiro por su disciplina y talento, me estaba esperando en el Hall para emocionado comunicarme que Vargas Llosa había recibido el Nóbel, para ser sincero de primera impresión creí que aquello no pasaba de ser una simple broma que ha sido muy clásica sobre todo en los meses de octubre. Y es que son dos fechas en el año en las que trato de estar lo más atento posible para sortear como si fuera un Manolete los chascarrillos que aparecen en “El día de los inocentes” y en el mes en el cual se entrega el máximo galardón de literatura.
Aún dudoso, Manuel me abrumaba con frases de felicitación y abrazos de cariño como si fuera yo quien hubiera recibido el premio. Una alegría interna, pero contenida me emocionaba tanto que no sabía en aquel instante qué hacer, no sabía si alegrarme a la altura de Manuel o esperar a César, un literato sanmarquino que sabía que jamás se jugaría con una noticia de tamaña envergadura. Eran las siete y cuarenta y cinco de la mañana y no había tenido tiempo alguno para oír las noticias del día así que era flanco seguro de bromas de cualquier tipo. Todo parecía un día más que normal, había viajado de mi casa a mi trabajo y en el ómnibus nadie tenía cara de que había acontecido un gran suceso para nuestro país y sobre para nuestro querido Mario Vargas Llosa. Ningún comentario, ningún rumor. Sencillamente era un día más.
Cuando César llegó, Manuel le comentó lo que antes me comentase a mí y César para variar nos comentó que no tenía por costumbre empaparse de las noticias matutinas por considerarlas desastrosas. De inmediato, Manuel un tanto molesto nos dijo que era imposible que una noticia que a esas horas de la mañana era un trascendido no fuera conocida ni por César ni por mí, dos seguidores y admiradores de Vargas Llosa de tiempos remotos. Igual, Manuel no dejaba de estar chino de risa y burlarse de nosotros que más que felices estábamos angustiados.
De pronto nos acordamos de la radio que hay en el segundo piso y cual si fuéramos relámpago subimos las gradas de las escaleras de dos en dos para llegar en el menor tiempo posible. Mientras subía pensaba en las novelas de Vargas Llosa que me marcaron desde antes de entrar a la universidad y de la influencia que él como autor ha despertado en mí, alguien que aún y a pesar de sus años no ha desterrado el sueño de convertirse en un escritor de verdad aunque ello me suponga tener que cortar cualquier vínculo de ociosidad y/o distracción. Recuerdo ahora que recordé en ese instante que fue por Vargas Llosa por quien me atreví a escribir obras de teatro que me supusieron mis primeros trabajos literarios remunerados y fue por él además por quien decidí tomar una postura política (que era más que necesaria casi ética) en la universidad donde estudié.
Cuando llegamos Manuel encendió la radio y César y yo éramos un manojo de nervios, cuando logró sintonizar una emisora de mediana reputación, a mí sencillamente se me vino el cielo encima, pensé en la alegría que habría de tener Mario en aquel instante, pensé en aquella vez que lo pude conocer y en la que pude retribuirle con cortísimas palabras toda la admiración por su obra literaria y por su postura ética como humanista.
A César le brillaban los ojos y no se cansaba de repetir una y otra vez “bien hecho, Mario, así se hace”. Manuel repetía “se los dije” tantas veces que parecía un disco rayado. Yo no sabía cómo reaccionar y tan sólo me quedé allí parado pensando en esos segundos tan mágicos que aquello que había sucedido no era simple casualidad, y no recuerdo exactamente qué más pasó por mi mente pero sí recuerdo que en ese instante creí que todo lo que uno hace por convertirse en escritor al final del camino sí vale la pena y que lo que ha logrado Mario es fruto de un trabajo profesional, luego sonreí y mi corazón se hinchó de orgullo, baje para entrar a mi primera aula del día y supe que tenía la historia perfecta para empezar una bonita clase.

1 comentario:

Micky Garrido dijo...

Creo que todos los peruanos deberíamos sentirnos felices por la alegría de que Mario haya obtenido el Nobel. Es como ganar un mundial de fútbol.... A ti mi amigo debes estar recontra chocho por ello... ¡Arriba el Perú carajo!