14 marzo, 2010

El secreto de sus ojos


Mientras terminaba de ver la película El secreto de sus ojos de Juan José Campanella, no podía dejar de preguntarme cuántas veces hemos dejado el pasado en un cajón olvidado y nos hemos mirado en el espejo –ya maduros–, y hemos reconocido que el pretérito es parte de un tiempo y un espacio determinado e indescifrable, un paréntesis que decidimos cerrar en algún momento de nuestras vidas, un punto final bien marcado y redondito que nos garantiza que nada de lo que fuimos atentará con nada de lo que somos o seremos alguna vez. Hay quienes miran sus amores del pasado y evocan, hay otros tantos como yo que miran al pasado y sólo ven sombras, vagos recuerdos nada imprescindibles, dormidos en una caja de Pandora que por salubridad propia es mejor dejar dormir el sueño eterno de la ingratitud, esa que a mí tanto me caracteriza.
Justamente ese mirar al pasado es lo que me atrae de esta película que nos pintó la cara albiceleste el domingo pasado en el mismísimo teatro Kodak de Los Ángeles y nos ganó al calato dorado y se tumbó las portadas de los diarios limeños que caballero nomás, desde sus salas de redacción, tuvieron que apretar DELETE en sus computadoras y borrar lo que habría sido la noticia del mes y quizá la del año, o a la mejor el premio consuelo de no haber ido a Sudáfrica porque imagínese nomás, ya se hubiera estado oyendo por ahí que si no fuimos al mundial al menos ganamos un Òscar, y para no perder la costumbre de odiar a algún argentino creído, ya se hubiera señalado que encima ganamos un Oscar en un grupo de la muerte en donde además competía la siempre peligrosa escuadra argentina(¡habrase visto!.)
A mí particularmente no me agrada el patrioterismo barato ni nada de esas cosas tan pachas que tenemos los peruanos –a veces– para mostrar cariño por nuestro terruño. Así que por más que medio Perú halla deseado que la Teta asustada de Claudia Llosa se gane al calato dorado, yo en mi buhardilla enaciana lo único que pedía era que gane la mejor película y creo que papalindo, o sea, el de arriba, el fuerte, me hizo caso. El secreto de sus ojos es una buena película y cobra más valor cuando en compañía de unos Lucky y un Cifrut de litro y medio te pasas las mejores dos horas que has tenido en ese día viendo tamaña cinta.
Que es una buena ganadora lo es, y es que en realidad esta peliculita me movió todito, me hizo reflexionar y preguntarme cuántas veces estos ojitos que han de comerse los gusanos miraron atrás, y este torpe y tonto corazón de poeta creyó que de haber tenido algo de fe entre las manos hubiera estado, quizá, mejor que ahora; cuántas veces, díganmelo y sean francos, cuántas malditas veces, ustedes no se preguntaron que de haber corrido tras alguien en ese segundo que te oferta la vida hubieras sido feliz y comido perdiz hasta el fin de tus mugrosos días en compañía de aquella que intuiste habría de ser la pareja ideal para arrugar las sábanas de tu lecho por las noches y la indicada para acomodarle el listón de sus cabellos llegada la mañana.
Benjamín Esposito (Ricardo Darìn) hace todo aquello que nadie que se jacte de tener etapas en su vida se atrevería hacer, extrañar su pasado e intentar reconstruirlo en una novela que tiene como único objetivo reconstruir su propia vida, muchos dirán en este punto que nada que no hallamos vivido en el pasado no es digno de ser recreado a través de la ficción, para nada, es más, apoyo esa moción, lo riesgoso es mirar el pasado no desde la ficción sino desde esta feíta realidad. El secreto de sus ojos cuenta la historia de cómo Benjamín ya retirado de las leyes quiere reconstruir su vida alternándola con un caso de asesinato que quedó en la última parte del vestido de la señorita justicia. Benjamín en pocas palabras está templado de su jefa Irene Menéndez (Soledad Villamil), mas nunca hizo nada por merecerla y sólo fue lo suficientemente imbécil para ver como otro se la llevaba a ella, su bobo, su media naranja, su posible girlfriend y ya retirado del oficio de las leyes un día cualquiera decide visitarla, encanecido, y contarle que está escribiendo una novela sobre un asesinato que quedó inconcluso y que al parecer lo ha marcado desde entonces. Benjamín abrirá el libro de su vida al reiniciar las investigaciones que quedaron polvorientas entre los estantes, escribirá día y noche, y no tendrá idea de lo que inconscientemente busca, no sabrá si escribe por vengar a los amigos que ya no están a su lado, o si escribe por intentar ser feliz al menos en el plano ficcional. Benjamín sólo escribe y la historia toma forma, los juegos alternos de tiempo y los flashback nos permiten reconstruir una historia personal (¿la mía, la suya, la vuestra?). Lo que no sabe Benjamín es que el libro que abrirá enlazará a muchas personas que aún viven con la pena sobre sus hombros y él es sólo un medio para llegar hasta las últimas instancias de dicho caso, y es que en el fondo un hombre como él ya no tiene nada que perder.
El secreto de sus ojos tiene además muchos temas alternos que despiertan curiosidad en el espectador y envuelve al drama humano con temas de corrupción, injusticia, asesinatos, venganza, ¡sobre todo venganza! Y no legislativa sino la que el hombre realiza con sus propias manos que es algo así como la ira de Dios pero en un frasquito más chico. Mención aparte merece el papel de Pablo Sandoval (Guillermo Francella) personaje que uno termina queriendo a lo largo de la película y enseñándonos algo tan profundo que no hay que olvidar. La escena es cuando Pablito Sandoval se encuentra con Benjamín Espósito en un bar de mala muerte de Buenos Aires –que ya quisiera conocer–, y le dice muy calmado que por más cosas que haga el asesino en la vida, desde la más extrañas hasta las triviales, nunca podrá cambiar el ser que en el fondo es, podrá ocultar su rostro y su miedo, pero jamás su pasión, y su pasión es su talón de Aquiles, es en pocas palabras y para ya no hablar tan lindamente, su propia condena, ¡aguante, Pablito!
Para terminar sólo quiero señalar que la valentía de Benjamín en la película conmueve así como el amor que siente el novio de la asesinada por ella a pesar de estar muerta, desgañita los intestinos de cualquiera. El valor de Sandoval por otra parte es para quitarse el sombrero. Irene inspira esperanza, el asesino produce asco, lástima y amor, todo en ese orden respectivo, increíblemente posible.

4 comentarios:

Patricia dijo...

Hola!

¡Qué belleza leerte!
He leído muchas críticas y comentarios de esta cinta, pero tu entrada me ha conmovido, permitiéndome entender qué pasa en el corazón de un poeta ante los temas que propone la peli.
No soy buena escribiendo, me cuesta poder expresar lo que deseo decir.
Espero se entienda mi admiración por la bella forma en que usas nuestro lenguaje, no sólo en lo formal sino también en lo referido al contenido. Eliges las palabras justas para dar salida a sentimientos profundos. Gracias.

Anónimo dijo...

Definitivamente Campanella es un genio, y el tío Darín un tremendo actor. Bastaría recordarlo en el hijo de la novia, nueve reinas o el aura. Ademas de Francella que esta a la altura. De lejos mejor pelicula que la aburridisima (ahorrando otros adejtivos mas problematicos) La Teta Asustada. Por lo menos en Mejor pelicula extranjera no se equivocaron los gringos. Saludos.

Eduardo Reyme Wendell dijo...

Gracias, Patricia, por esas palabras, que bueno que te halla gustado el post y este blog. Pasa la voz a los que estèn interesados en leer este tipo de cosas, ya sabes, somos la inmensa minorìa por lo general.

Eduardo Reyme Wendell dijo...

totalmente de acuerdo con usted amigo, gladiador, anonymus.