20 diciembre, 2008

Un lugar llamado Oreja de Perro


Un lugar llamado Oreja de Perro
Iván Thays
Anagrama

Allá por la década del 90, la literatura peruana marcó un hito importante con autores que no necesariamente compartían la misma posición que sus antecesores. Entre los que caben mencionar están seguramente el Mexicano Mario Bellatín e Iván Thays. Este último, autor de novelas como Las fotografías de Frances Farmer, Escena de caza, La disciplina de la vanidad y conductor del discutido programa Vano Oficio, y que estuvo por un periodo de casi ocho años sin publicar novela alguna. Los que han leído los textos anteriores de Iván Thays y han leído ahora Un lugar llamado Oreja de Perro estoy seguro que se han asombrado mucho de la postura que el autor toma con respecto a su obra. Y es que Un lugar llamado Oreja de Perro encierra como lo afirma el narrador de la novela un naufragio dentro de otro. Ese primer naufragio al que hace alusión el narrador es el personal, el íntimo, el de un periodista, ex conductor de televisión con cierta fama mediática que ha perdido lo único y verdaderamente importante en su vida, Mónica, su esposa, y Paulo, su hijo.
El narrador de Un lugar llamado Oreja de Perro será este periodista quien luego de una momentánea separación de su esposa y la inevitable pérdida de su hijo se siente un fantasma recorriendo los espacios que habita sin el menor interés. Sin la menor importancia. Sin amor. Su propio desinterés además hacia temas como los sociales y los políticos lo harán presa de la casualidad y testigo In Situ de uno de los lugares más olvidados de la Sierra como lo es Oreja de Perro, una zona ubicada en La Mar (Ayacucho), a donde el diario en el que trabaja lo ha destacado para ser testigo de la llegada del presidente Toledo y su ‘desinteresada’ ayuda para con los suyos. Será en esos días, lejos de Lima, compartiendo un miserable cuartito con Scamarone, el fotógrafo del diario, y con la incertidumbre de no poder escribirle una carta a Mónica en señal de respuesta cuando el periodista conozca a Jazmín, una muchacha de Oreja de Perro, madre gestante de la que el propio periodista llega a sentir cierto repudio – atracción. Y es que su condición social es ajena a la suya. Sus costumbres. Su forma de ver el mundo. Sin embargo, Jazmín y su criatura por venir harán que el periodista pueda recordar a través de ella a Mónica y a Paulo. Aunque bien lo sabe él que Jazmín no es una mujer independiente como Mónica. Jazmín es frágil. Jazmín en conclusión no es Mónica bajo ninguna perspectiva. Eso lo atrae más hacia ella. Le hace sentir que debe protegerla bajo cualquier costo, inclusive con su propia vida.
Por el contrario, será Jazmín la que de una u otra manera haga que el periodista tome una postura diferente ante la realidad que se abre paso ante sus ojos, una visión enajenada de la propia realidad es manifestada por el periodista quien quizá a través de sus palabras expresa la visión perteneciente de la clase media limeña allá por los años de Sendero Luminoso y el MRTA: “Pensé que no la iban a llorar demasiado, que a la gente del campo con muchos hijos no les afecta tanto la muerte de uno de sus hijos. Era obviamente una idiota por pensar eso. Ahora sé que me equivoqué. En las audiencias he visto desgarrarse a campesinos con docenas de hijos por la pérdida de cualquiera de sus hijos desaparecidos”. Esta opinión del periodista retrata una posición particular, una posición hasta respetable y valiente en un país en donde ahora todos se saben moralistas y hablan de violencia política, de injusticia, de números de afectados.
Más adelante el periodista afirma: “Por ejemplo, pasa una campesina absolutamente quebrada, con una joroba enorme, una mujer que parece un escarabajo, probablemente de cien años, arrastrando un atado que es el doble de su peso. Nadie la ayuda. Los policías con sus noticias de fútbol, yo con mi mareo”. La postura de indiferencia es claramente marcada por parte del periodista. Sin embargo, lo importante en la novela es como este problema que se menciona en el texto, al parecer un problema de ‘todos’ conlleva al narrador a esclarecer mejor su postura en lo que a él particularmente respecta. Scmarone le dice “olvidate de una vez de la cholita, hombre. ¿O es que quieres ser el padre de la criatura? ¿estás loco o qué? Más bien mira tu correo que te he mandado tu foto con la pituca. Ésa es la chica que te conviene, muchacho”. El periodista no puede huir de su realidad y aunque intenta averiguar lo que sucede con Jazmín se da cuenta que tanto él como ella yacen viviendo infiernos distintos, Jazmín ha perdido a su madre, él ha perdido a Mónica y Paulo. No sé cual de estas dos perdidas es más dolorosa parece decirse. Y eso es lo que ocurre en Un lugar llamado Oreja de Perro, no se superpone ningún dolor por encima del otro, por el contrario, cada dolor se justifica dentro de su propio contexto, de su propio infierno.
Es innegable atar cabos dentro de esta novela y dejar de relacionarlos con el propio autor, aunque leer Un lugar llamado Oreja de Perro bajo esa perspectiva sería demasiado impresionista. Por el contrario la última novela de Iván Thays llama la atención en su temática; teniendo en cuenta los temas antes tratados en sus anteriores novelas y su primer libro de cuentos, el lector se sorprende encontrar el tema de la violencia política, y aunque Un lugar llamado Oreja de Perro no intenta acercarse al meollo del asunto, pues el verdadero punto neurálgico gira en torno al problema más que social, personal. Algunas posturas con respecto al tratamiento estilístico no dejan de llamarnos la atención. Existe dentro de la narración fragmentos claves desde donde el narrador parece marcar una nueva postura, por ejemplo, cuando observa un mural de Diego Rivera titulado Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central. Acerca de ese mural el periodista afirma: “Quizá así es la vida de todo el mundo. Quizá todos podemos estar incluidos en alguno de esos personajes, o en varios. Y cambiar de rol. Y ser distintos a lo largo de los años”. En más de una entrevista Iván Thays ha prometido no volver a escribir como en sus primeros libros, el periodista de Un lugar llamado Oreja de Perro afirma:“Las frases hechas tienen más valor que las extraordinarias: encierran verdades absolutas, persistentes”. Finalmente, esta novela aunque no intenta hablar de todos, habla de todos, y es que cada uno de nosotros alguna vez estuvo en Oreja de Perro, perdió lo que más quería en la vida y se hizo la pregunta, y ahora, ¿qué sigue?.