14 marzo, 2010

Semanario

Hay lunes en los que la tarde nos quema la lengua
y los párpados descienden como arañas
hasta nuestros labios.
Hay martes en los que el neceser de caricias yace vacio sobre la cama
y en la sala florece la ausencia iluminando tu retrato.
Hay miércoles en donde la mirada se clava en algún anuncio de algún diario
y las películas mudas son las únicas amigas que nos regalan sabios consejos.
Hay jueves donde los carteros miran caer la lluvia
y lloran.
Hay viernes donde el alfil de la vida nos azota como si fuéramos un peón más de este inmundo lugar.
Hay sábados donde el viento guía tu ruta
donde la luna te coquetea
y las hormigas te dan lecciones de lo que debería ser la humanidad.
En esos días en donde todo parece ser irreal,
lees una historia y enchufas la radio,
por la tarde llenas tus manos con hierba
y por la ventana de tu casa vez a una monja pasear en bicicleta
o escuchando un blues
a la distancia extiendes los brazos y cierras las manos
eres un puente que intenta llegar a un puerto
a cualquier lado
eres un esclavo de tu reloj y el tiempo
y citas con rapidez alguna frase en francés.
Dices
oui,
merci,
au – revoir,
faire l`amour
Y coucher avec moi
¿recuerdas esa canción?
y creo que tú, en el fondo puedes oír el mismo sonido que yo.
En el fondo sabes que dentro de ti
no sólo los domingos y los feriados latirá tu
corazón.

¡Que pase el siguiente!


–Buenos días, llamé hoy por la mañana y quisiera saber si la plaza de profesor está disponible…
–¿Usted es profesor de literatura?
–Sí, claro, me enteré de la convocatoria y llamé el día de ayer para acordar una cita y...
–Muy bien, su curriculum, por favor, su curriculum…uhmm… interesante, muy interesante…
–…
–Bueno profesor, vayamos al grano, sepa usted que nuestra institución anda tras la búsqueda de un docente proactivo, capaz de trabajar bajo presión y dispuesto a ponerse la camiseta porque sabrá usted que este año hemos pensado hacer que nuestro colegio se consolide como uno de los mejores colegios de la zona y como sabrá usted no hay recompensa sin esfuerzo, usted entiende ¿no? Ahora bien, tengo que ser transparente con usted y hablarle con trasparencia porque a mí me gusta hablar con transparencia ¿no? Y nosotros como toda institución tenemos una cantidad un poco baja de alumnado, y me gustaría ser transparente desde el inicio con usted porque no nos gustaría quedar mal en lo que concierne a los pagos es por ello que andamos tras la búsqueda de alguien que maneje las aristas tangenciales de la educación en pleno siglo XXI, usted entiende ¿no?, quiero decir que deseamos un profesor capaz de motivar a la lectura a nuestros alumnos porque leer es importante ¿no? Y es terrible encontrar alumnos que no están interesados en leer cuando leer es una de las cosas más importantes para este país ¿no? Porque le cuento que el año pasado tuvimos un profesor que dictaba el curso y no logró que los alumnos hicieran una comunión con los libros, es decir no logró que ellos lean ¿no? ¿A usted le gusta leer?
– Por supuesto…
–Que bueno porque yo necesito alguien de mi nivel, alguien con quien hablar de libros porque sepa usted que a mí me gusta leer muchísimo y de lo bueno, ¿leyó la última novela de Coelho? ¡Una joyita!, que ¿no? Pues debería leerla, un profesional capacitado del área del literatura debería leer todas las obras de Coelho y ahí nomás empalmarlas con las obras de Cuauhtemoc, ya si quiere motivarse un poquito más tendrá que leer Quién se ha robado mi queso, un imprescindible de toda biblioteca que no debería faltar en ningún hogar peruano, sepa usted que en mi casa pueden faltar muchas cosas pero jamás un librito, ¡ah no! Eso sí que no, cada fin de mes le cuento que yo me compro un librito (piratita nomás) para poder mejorar como profesional porque uno cuando lee mejora ¿no? Y aumenta su léxico. Este país, discúlpeme profesor, pero está lleno de muchos ignorantes, a mí me gustaría tener, profesor, la posibilidad de regalar libros a todas las personas, de cabeza nomás, si yo pudiera hacer realidad ese sueño repartiría por el mundo obras memorables como Padre rico, padre pobre, por ejemplo, y otras tantas obritas que le acabo de señalar y que son tan interesantes para el conocimiento del que desconoce. ¡Uff!, profesor, de verdad debería leerlas, son una joyas de la literatura, obras que perdurarán a través de la historia de la humanidad, usted entiende lo que digo ¿no? Per-du-ra-ràn y eso es más que importante, ojalá nuestros alumnos leyeran lo que yo leo, ¡Uff!, este país sería otra cosa, imagínese si los alumnos leyeran la mitad de lo que yo he leído, serían unos líderes natos, unos capos, unos dignos directores como yo, ¿no cree usted?
–Bueno yo…discúlpeme, pero detesto esos libros, es más acabo de mudarme y los he leído para saber de qué tratan y dar un juicio de valor literario y…
– ¿Y? ¿Y? Qué tal, seguro que están esos libritos en un altar de su casa ¿no?, los míos están hasta forraditos con vinifan.
–No precisamente, los leía en el baño y son los únicos libros que jamás tendría mi biblioteca, es más acabo de hacer un paquete con ellos y estoy esperando el camión de la basura para botarlos.
–Pero profesor, porque dice eso, podría si no le gusta la buena literatura, ofrecerlos a los señores que botan la basura, a lo mejor ellos si saben apreciarlo ¿no? No se vaya a molestar, y no lo digo por ofender ¿no? pero hay ciertas lecturas que exigen un nivel de entendimiento supra superior al intelecto del cerebro humano de la persona.
–En realidad no se los he regalado a nadie y menos a los señores de la basura que estimo tanto…
–Yo estoy leyendo ahora “El delfín” de Sergio Bambarèn, el futuro Vargas Llosa del Perú, la esperanza literaria de este país, ¿no cree usted?
–¿Bambarèn?
–Claro, Bambarèn, no me diga que tampoco lo conoce, le cuento que yo tengo su libro hasta autografiado, y yo todavía que soy ingeniero de profesión, usted como profesor del área debería leer esas lecturas tan apasionantes; y a todo esto ¿qué está leyendo ahora?
–2666
–No, le pregunté qué estaba leyendo no su dirección.
–Pues 2666, es una novela de…
–Pero a quién se le ocurre leer una novela con ese título, profesor, ¡por dios! discúlpeme ¿no? Pero no me atrapa, no me cautiva en realidad, 2666, 2666, qué ridiculez tan ridícula.
–¿Usted sabe quién fue Roberto Bolaño?
–Profesor, por favor, como me hace esa pregunta, mis hijos ven su programa todos los días y no se pierden ningún capítulo.
–No, no dije Roberto Gómez Bolaños, dije Roberto Bolaño.
–¿Cómo?
–Olvídelo, mire quisiera saber cuánto ganaría si trabajara por horas, digamos un día al mes.
–Pues eso es relativo, profesor, porque sepa usted que hay profesores que pueden ganar al inicio 6 soles y otro pueden llegar a 15 soles, dependiendo del nivel del profesor, claro está, usted dado que no maneja muy bien los éxitos comerciales de la literatura universal, los futuros clásicos de la literatura pues creo, considero, infiero, autoreflexiono que dado el usufructo del estado y teniendo en cuenta el último DCN del Ministerio de Educación, asumimos, suponemos y deducimos que debería ser sometido a una evaluación de corte metacognositivo…
–¿Qué?
–Así como lo oye, profesor, mire yo creo que estoy siendo muy claro con usted, lo que estoy queriéndole decir es que no podemos pagar lo que está pidiendo.
–Disculpe, pero aún no he señalado mis pretensiones salariales
–Por eso
–¿Cómo?
–Usted además no ha leído las últimas muestras de la literatura universal y eso me hace quizá dudar un poco, sepa usted que lo que yo ando buscando es un profesional en todo el sentido de la palabra que esté al tanto de las últimas publicaciones de gente talentosa como Miguel Ángel Cornejo y Deepak Chopra.
–¡Me va de verga Miguel Ángel Cornejo y todos esos esbirros que lo único que hacen es limitar a gente como usted!
–¡Oiga usted! Qué se ha creído, jovenzuelo insolente, no le permito…
–Yo no le permito a usted que me venga a decir tantas idioteces juntas, no pienso darle más minutos de mi tiempo para seguir oyendo tanta estupidez junta.
–¡Ah no! ¡ahhh nooo! Encima de ignorante, lisuriento, sabe lo que es usted un mediocre, sí eso es lo que es, un me-dio-cre y un mal profesor, lo que sucede con usted que se ha sentido apabullado ante mi cultura y de vergüenza está actuando como un troglodita. Eso pasa cuando uno pierde su tiempo hablando con profesores de quinta, profesores que ante la poca información de los nuevos escritores de un mundo contemporáneo del ahora, se pican, se molestan… ¡claro pues! Qué podía esperar yo de un jovenzuelo que lee novelas de títulos extraños y me habla del Chavo del 8 como si eso fuera literatura.
–No pienso seguir hablando con alguien como usted, puede quedarse con sus lecturas de baño y metérselas por el culo. Mi curriculum, por favor.
–…
–…
–¿Alò? ¿Jessica? Mira mándame a Escalante y dile que aquí hay un mal elemento que se ha puesto malcriado, necesito apoyo logístico…
–Si tu gorila me pone un dedo encima, vengo con mis amigos y te saco la conchadetumadre, viejo cabròn, así que cuelga y dile que me dejen salir tranquilo…
–Alò, Jessica, mira, no pasa nada, a sido un error, envíame al siguiente postulante de inmediato.
Me paro, me retiro de ese lugar hediondo, lo miro a los ojos, viejo calendario, dirían mis alumnos a modo de broma, ¿por qué? Porque tiene la calata arriba, sonrío, él me mira como diciendo “se ha vuelto loco”. Pongo una cara a lo Jack Nicholson. Está aterrado. Abro la puerta, bajo veinte peldaños, salgo a la calle y me pierdo en medio de la gente de esta ciudad.
–Señor, está usted bien, ¿señor? ¿señor?
–Sí, Jessica, no pasa nada. Mándame al siguiente profesor, por favor.
**********************
–Buenos días, llamé hoy por la mañana y quisiera saber si la plaza de profeso…
–¿Usted sabe quien es Coelho, Deepak Chopra y Bambarèn?
–Claro, son mis autores de cabecera.
–¡Excelente! Creo que nos llevaremos más que bien, querido profesor.

El secreto de sus ojos


Mientras terminaba de ver la película El secreto de sus ojos de Juan José Campanella, no podía dejar de preguntarme cuántas veces hemos dejado el pasado en un cajón olvidado y nos hemos mirado en el espejo –ya maduros–, y hemos reconocido que el pretérito es parte de un tiempo y un espacio determinado e indescifrable, un paréntesis que decidimos cerrar en algún momento de nuestras vidas, un punto final bien marcado y redondito que nos garantiza que nada de lo que fuimos atentará con nada de lo que somos o seremos alguna vez. Hay quienes miran sus amores del pasado y evocan, hay otros tantos como yo que miran al pasado y sólo ven sombras, vagos recuerdos nada imprescindibles, dormidos en una caja de Pandora que por salubridad propia es mejor dejar dormir el sueño eterno de la ingratitud, esa que a mí tanto me caracteriza.
Justamente ese mirar al pasado es lo que me atrae de esta película que nos pintó la cara albiceleste el domingo pasado en el mismísimo teatro Kodak de Los Ángeles y nos ganó al calato dorado y se tumbó las portadas de los diarios limeños que caballero nomás, desde sus salas de redacción, tuvieron que apretar DELETE en sus computadoras y borrar lo que habría sido la noticia del mes y quizá la del año, o a la mejor el premio consuelo de no haber ido a Sudáfrica porque imagínese nomás, ya se hubiera estado oyendo por ahí que si no fuimos al mundial al menos ganamos un Òscar, y para no perder la costumbre de odiar a algún argentino creído, ya se hubiera señalado que encima ganamos un Oscar en un grupo de la muerte en donde además competía la siempre peligrosa escuadra argentina(¡habrase visto!.)
A mí particularmente no me agrada el patrioterismo barato ni nada de esas cosas tan pachas que tenemos los peruanos –a veces– para mostrar cariño por nuestro terruño. Así que por más que medio Perú halla deseado que la Teta asustada de Claudia Llosa se gane al calato dorado, yo en mi buhardilla enaciana lo único que pedía era que gane la mejor película y creo que papalindo, o sea, el de arriba, el fuerte, me hizo caso. El secreto de sus ojos es una buena película y cobra más valor cuando en compañía de unos Lucky y un Cifrut de litro y medio te pasas las mejores dos horas que has tenido en ese día viendo tamaña cinta.
Que es una buena ganadora lo es, y es que en realidad esta peliculita me movió todito, me hizo reflexionar y preguntarme cuántas veces estos ojitos que han de comerse los gusanos miraron atrás, y este torpe y tonto corazón de poeta creyó que de haber tenido algo de fe entre las manos hubiera estado, quizá, mejor que ahora; cuántas veces, díganmelo y sean francos, cuántas malditas veces, ustedes no se preguntaron que de haber corrido tras alguien en ese segundo que te oferta la vida hubieras sido feliz y comido perdiz hasta el fin de tus mugrosos días en compañía de aquella que intuiste habría de ser la pareja ideal para arrugar las sábanas de tu lecho por las noches y la indicada para acomodarle el listón de sus cabellos llegada la mañana.
Benjamín Esposito (Ricardo Darìn) hace todo aquello que nadie que se jacte de tener etapas en su vida se atrevería hacer, extrañar su pasado e intentar reconstruirlo en una novela que tiene como único objetivo reconstruir su propia vida, muchos dirán en este punto que nada que no hallamos vivido en el pasado no es digno de ser recreado a través de la ficción, para nada, es más, apoyo esa moción, lo riesgoso es mirar el pasado no desde la ficción sino desde esta feíta realidad. El secreto de sus ojos cuenta la historia de cómo Benjamín ya retirado de las leyes quiere reconstruir su vida alternándola con un caso de asesinato que quedó en la última parte del vestido de la señorita justicia. Benjamín en pocas palabras está templado de su jefa Irene Menéndez (Soledad Villamil), mas nunca hizo nada por merecerla y sólo fue lo suficientemente imbécil para ver como otro se la llevaba a ella, su bobo, su media naranja, su posible girlfriend y ya retirado del oficio de las leyes un día cualquiera decide visitarla, encanecido, y contarle que está escribiendo una novela sobre un asesinato que quedó inconcluso y que al parecer lo ha marcado desde entonces. Benjamín abrirá el libro de su vida al reiniciar las investigaciones que quedaron polvorientas entre los estantes, escribirá día y noche, y no tendrá idea de lo que inconscientemente busca, no sabrá si escribe por vengar a los amigos que ya no están a su lado, o si escribe por intentar ser feliz al menos en el plano ficcional. Benjamín sólo escribe y la historia toma forma, los juegos alternos de tiempo y los flashback nos permiten reconstruir una historia personal (¿la mía, la suya, la vuestra?). Lo que no sabe Benjamín es que el libro que abrirá enlazará a muchas personas que aún viven con la pena sobre sus hombros y él es sólo un medio para llegar hasta las últimas instancias de dicho caso, y es que en el fondo un hombre como él ya no tiene nada que perder.
El secreto de sus ojos tiene además muchos temas alternos que despiertan curiosidad en el espectador y envuelve al drama humano con temas de corrupción, injusticia, asesinatos, venganza, ¡sobre todo venganza! Y no legislativa sino la que el hombre realiza con sus propias manos que es algo así como la ira de Dios pero en un frasquito más chico. Mención aparte merece el papel de Pablo Sandoval (Guillermo Francella) personaje que uno termina queriendo a lo largo de la película y enseñándonos algo tan profundo que no hay que olvidar. La escena es cuando Pablito Sandoval se encuentra con Benjamín Espósito en un bar de mala muerte de Buenos Aires –que ya quisiera conocer–, y le dice muy calmado que por más cosas que haga el asesino en la vida, desde la más extrañas hasta las triviales, nunca podrá cambiar el ser que en el fondo es, podrá ocultar su rostro y su miedo, pero jamás su pasión, y su pasión es su talón de Aquiles, es en pocas palabras y para ya no hablar tan lindamente, su propia condena, ¡aguante, Pablito!
Para terminar sólo quiero señalar que la valentía de Benjamín en la película conmueve así como el amor que siente el novio de la asesinada por ella a pesar de estar muerta, desgañita los intestinos de cualquiera. El valor de Sandoval por otra parte es para quitarse el sombrero. Irene inspira esperanza, el asesino produce asco, lástima y amor, todo en ese orden respectivo, increíblemente posible.