26 enero, 2010

(in) comunicaciòn


Un amigo me pidiò para su revista que elaborara una interrogante que contenga ademàs una posible respuesta, se me ocurriò elaborar esta preguntita que me he hecho por estos dìas y sobre todo las pocas veces que me conecto a ese espacio de (in) comunicaciòn llamado Messenger o como sea que se escriba.

¿Por qué cada vez que entro al MSN no encuentro personas sino sólo sombras?

La culpa la tiene la modernidad que nos ha quitado el miedo a sentir miedo. Nadie tiene ahora temor de perder a aquellas personas que quiere y estima. La tecnología nos ha vuelto unos descarados, unos malcriados virtuales, unos ignorantes de las comunicaciones. Parece que la tecnología nos ha hecho creer que las relaciones sociales no se alimentan por y para las personas.
Si el gesto del saludo fue acuñado antiguamente por personas mayores a nosotros que nos señalaban nuestra falta de educación al no ejecutarlo frente a algún conocido; en estos días aquel detalle parece haber quedado atrás. En poquitas palabras: no importa.
Conéctate, parece decirnos nuestra computarizada forma de actuar, no saludes a nadie, no te preocupes, además eres una persona ocupadísima, mañana o pasado los verás allí mismo otra vez. Redonditos, verdecitos, con algún Nick ingenioso y/o estúpido, (según sea la inteligencia del contacto). Si se te antoja dile “hola, cómo estás”, pero no seas tonto, no lo hagas en modo de conectado, díselo así nomás, no vaya a ser que los demás te vean. Dile cosas que te hagan parecer que aún eres un humano y no esto que eres, dile ¿Cómo estás?, por ejemplo, ya sabes, esas típicas preguntas, obvias y tontas que no necesitan de miraditas cojudas para cerciorar su honestidad.
Algún despistado conforme con los avances tecnológicos podrá decir lo fácil que es nuestra vida gracias a esa revolucionaria forma de (in)comunicarnos. Pues no señores, todo ello es purita mentira. Gracias al Messenger nadie escribe una carta (ojalá un e-mail que se parezca a una carta), a nadie le interesan los problemas de los demás, el individualismo, factor preponderante de la modernidad extiende sus alas cual pavo real. Somos islas conectadas por ordenadores, somos personas de alambres y poseemos corazones de lata.
Y así pasarán los días y los años y lo que tenga que pasar, y llegará el momento en que le digamos a nuestros padres “hola” por Messenger y ese “hola” no simbolice nada en nuestros cerebros mucho menos en nuestros corazones. Ferdinad de Saussure (y aquí me pongo un toque intelectualoide) dice que todas las palabras que conocemos se deben a nuestra relación con nuestro contexto sociocultural. Es decir, cuando decimos la palabra “árbol” en nuestra mente se refleja ese objeto que conocemos bajo la palabra “árbol”. Por lo tanto el significado es acorde con el significante, según el francés.
Si la modernidad sigue como hasta ahora llegará el momento en que digamos “te quiero” “te extraño” y esas palabras (dulces en otros tiempos) no reflejarán absolutamente nada.
¿Cuántos contactos tienes en tu Messenger? Supongamos que me respondiste que ciento cincuenta. ¿Cuántos de esos contactos te saludan cuando ingresas a tu correo electrónico? Y si te saludan ¿realmente les importas? Porque una cosa es que te inviten un café o un helado y alguien te diga ¿cómo estás? Mirándote a los ojos, y otra muy distinta es que te hagan la misma pregunta y esa persona este, digamos, comiéndose un pan con lomo o comiéndose unos tallarines verdes.
¿Cuándo fue la última vez que alguien te escribió una carta y no, por el contrario, te mandaron buenos deseos a través de una inacabable cadena?
¿Qué hacer? No sé ustedes, yo ahora entro cada vez menos al Messenger. Me choca encontrar sombras y no personas de carne y hueso. Y quizá me he sentido también una sombra en algún momento, por eso prefiero ahora escribir cartas, y no perder ese hermoso sentimiento que es el miedo a pensar que algún día las personas que más estimo no estarán.