04 febrero, 2009

Seven pounds de Gabriele Muccino




Para el tío Micky, el Británico´s boy

¿Qué sucede cuando eso que llamamos conciencia nos perturba, nos impide dormir tranquilos y nos lleva a tomar soluciones rápidas y efectivas para poder estar mejor con nosotros mismos?
Ben thomas (Will Smith) es un hombre que se muestra desde el arranque en un estado crítico, anunciándole a la teleoperadora del 911 que está por cometerse un suicidio en el departamento que ocupa y que, lo peor de todo, la víctima es él.
Ese inicio es el que Gabriele Muccino marca para desenvolver la trama de Seven pounds (Siete libras y no Siete almas) y que a medida avanza podemos entender por los fragmentarios sucesos que aparecen y desaparecen cada vez que Ben intenta dormir. Sucesos oníricos importantes y claves para poder completar la historia.
Antes de ver a ese amable Ben Thomas que protege a una anciana que sufre maltratos en un hospital de cuestionables métodos curativos, podemos ver una escena en donde se muestra al mismo Will Smith mostrando todo ese talento que ha ido madurando con el correr de los años y que, sin duda alguna, lo está perfilando a ser ese gran actor que todos esperamos de él a futuro. En dicha escena se le nota frívolo, satírico y totalmente deshumanizado, renegando de su condición y ofendiendo a un teleoperador invidente de nombre Ezra (Woddy Harrelson) para luego tener un cambio filantrópico radical.
¿Qué es aquello que lo lleva a ser otro Ben Thomas? ¿qué lo empuja a ser menos material, menos superfluo y menos engreído? ¿qué pesa sobre su conciencia? son preguntas que capturan la atención del espectador en Seven pounds. Dicho cambio además lo motiva a tomar la determinación de ayudar a personas desahuciadas por un mundo que ha bajado los brazos y ha olvidado buscar soluciones reales para personas reales.
En esa lista aparecerá entonces Emily (Rosario Dawson) una muchacha delgada que sufre de problemas cardíacos y que es acompañada por Duke, un grandanés que en complicidad con Ben le dan ese matiz travieso y medio gracioso sin perder el punto central de la trama. A esta larga lista se le unirán otros personas que Ben Thomas irá ayudando al mismo tiempo que frecuenta a Emily de quien termina enamorándose. A esas altura podemos ya conocer el pasado de Ben y sólo así podemos entender su tragedia.
El tratamiento del tema que propone Seven pounds es interesante mientras Ben Thomas aparece en pantalla. Todo lo que sigue en ese mismo orden es redundante e innecesario como si Gabriele Muccino en lugar de coronar con una cereza el helado que ha ido construyendo con marcados esfuerzos se le ocurriera aumentarle más elementos. Intentar cruzar personajes en la parte final no le suma más dramatismo a una historia que de por sí muestra el drama desde el inicio. Muccino deja escapar con ese final algún premio en los siguientes Oscar (aunque con la Academia nunca se sabe) pero de seguro su último film ganará más de una lágrima en las salas de cine y algún despistado dirá a voz en cuello que sin llanto no hay drama, y sin pañuelo no hay buena película, casi como esa vieja frase que reza algo así como sin Pop Corn no hay cine.

2 comentarios:

Lizbeth Alvarado Campos dijo...

Me gustó la pela y casi lloro no lo voy a negar y tampoco estoy de acuerdo con esa frasesita de que sin llanto no hay drama y demás...
Algunas pelas sin ser buenas o sin tener finales no predecibles en el transcurso del trama te terminan generando algún sentimiento guardado en el alma :) Besos

Eduardo Reyme Wendell dijo...

Un drama arranca desde que se cuenta una historia y no se convierte en una historia trágica llegado al final. Hay una manía en el drama actual en forzar los finales con la intención de volverlos patéticos, melosos y redundantes.
Los espectadores a veces son muy ingenuos y compran muy rápido ciertas emociones y ciertas frases refritas. Si seguimos creyendo que ese tipo de cine es el único posible entonces no tardaremos en afirmar que el Oscar es (lo que nos ha metido a la cabeza la industria), el premio a la película. Tamaña lisura.